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Tipos de personalidades

Es curioso cómo cada persona tiene un estilo diferente para entender la vida, desenvolverse y  relacionarse.  Para comprender un poquito cómo somos y cómo son los que nos rodean basta con que te fijes en las siguientes referencias acuñadas por Jung para comprender las necesidades de cada uno (es más complicado pero ésto te servirá para distinguirlos): 
  • Actitud ante el mundo, distinguiendo entre EXTROVERSIÓN E INTROVERSIÓN.
  • Cómo decidimos, distinguiendo entre PENSAMIENTO Y SENTIMIENTO.
  • Cómo percibimos, distinguiendo entre INTUICIÓN Y SENSACIÓN.
Las personas situadas en PENSAMIENTO son aquellas que se basan en hechos, razonamientos lógicos, son impersonales, reflexivos, analíticos, organizados y lógicos; y por el contrario, las personas situadas en SENTIMIENTO tienen muy en cuenta los valores, les importa mucho las personas, son prudentes, cuidadosos, les es fácil empatizar y suelen ser atentos. 

Finalmente los SENSORIALES o INTUITIVOS estarán en los cuatro cuadrantes, y todos, dependerán del momento y las circunstancias de cómo y dónde perciben la información:
  • Los sensoriales perciben la información a través de los sentidos y suelen ser prácticos, realistas, suelen realizar las tareas de una en una. 
  • Los intuitivos lo perciben mediante imágenes, presentimientos y están encaminados hacía el futuro. Suelen ser visionarios, actúan e improvisan y pueden realizar varias tareas a la vez. 

Podemos decir también que los que se encuentran en el lado izquierdo del gráfico, color azul y verde, suelen ser más bien pasivos, tranquilos; sin embargo los de la derecha, color rojo y amarillo, suelen ser activos y emprendedores. 

Para complicarlo un poquito más decimos que los de la franja superior, color azul y rojo, suelen ser luchadores y los de la inferior, color verde y amarillo, amigables. 

Si detallamos un poco más, diremos que:
  • Los azules son lógicos, analíticos, ordenados, les gustan los procedimientos y normas y prefieren trabajar solos.
  • Los rojos son planificadores, organizadores, van al grano y evitan mostrar sus sentimientos.
  • Los verdes, tienen sus propios ritmos, suelen ser cercanos pero les gusta que respeten su espacio.
  • Los amarillos son amenos, positivos, alegres y les gusta llamar la atención.

¿Sabrías identificar qué tipo de personalidad es la tuya y la de los que te rodean? Y ¿sabrías distinguir qué tipo de letra hace cada uno?

¿Con quién quieres mejorar la relación?

¿Qué es lo que más hacemos las personas? ... ¿descansar?, ¿trabajar?, ¿dormir? ... Pues lo que más hacemos es hablar, hablar con otros o con nosotros mismos, incluso, hasta cuando estamos durmiendo. 
Conversamos para exponer lo que pensamos, para expresar nuestros pensamientos, para desahogarnos, para bajar la tensión en nuestras relaciones, para encontrar soluciones a nuestras inquietudes. En definitiva, nuestras conversaciones diseñan las relaciones. O lo que es lo mismo, nuestras relaciones dependen de nuestras conversaciones.

Para tener buenas relaciones o conversaciones satisfactorias, lo importante es que sepamos diseñar la conversación que queramos tener para alcanzar el objetivo que pretendamos conseguir. Así pues .. vamos a diseñar una conversación. Pongamos como ejemplo la relación que quiero mejorar con mi compañera de padel.

1.- Tenemos que tener claro quiénes son los protagonistas y para qué quiero tener esa conversación. En este caso, mi compañera de padel y yo / Quiero que volvamos a estar tan unidas como lo estábamos antes, confiar mutuamente y ganar todo lo que nos pongamos por delante.
2.- Conocer el contexto (dónde vamos a tener la conversación: tomando un café, comiendo,  tomando unas cañas, ... ), los compromisos y los juicios que anteceden la conversación,  .. Contexto: en el bar donde nos tomamos las cañas cuando finalizamos los partidos; Compromisos: ser pareja de padel, apoyarnos mutuamente y acudir a los entrenamientos; Juicios: Ella no da todo lo que debería dar desde que se ha echado novio.
3.- Saber qué objetivo queremos conseguir, reduciendo los problemas que puedan surgir y fluyendo la conversación. Que nuestra relación de compañeras esté basada en la confianza y en el compromiso.
4.- Es importante que visualicemos la situación, la conversación y es importante algún detalle que te acerque a la persona. En la mesa que tiene buenas vistas. / Llevaré la  camiseta que me regaló por mi cumple.
5.- Definir el tiempo que necesitaremos. Es decir si quedas a comer ... la otra persona ya sabe que tendrá como una hora u hora y media para compartir momentos y conversación. Aprovecharé los 45 minutos que solemos darnos para tomar nuestras cañas, para conversar lo que me preocupa.
6.- Utilizar un lenguaje sencillo y elegir un momento de tranquilidad en donde no haya reproches, ni resentimiento.  No vale que estéis en plena crisis o que hayáis perdido un partido para expresarle algo que quieres arreglar. No es el momento.
7.- Transmítele la emoción que sientes, en la que te encuentras, en lo que representa la relación para tí y en lo que te gustaría que llegase a ser el día de mañana. Lo que esperas de la relación, lo que sientes tú con lo que hace la otra persona, y cómo crees que te encuentras tanto tú como la relación.

Para ello, tienes que contar una historia, envolverlo en un buen ambiente, en un buen momento y que las dos partes estéis en un estado similar de tranquilidad, ... En esa historia, puedes utilizar los siguientes instrumentos, aunque no tienen por qué ir en ese orden ...
1.- Sentimiento. Hemos dicho que debes transmitir tu emoción, lo que tu sientes  ... Lo que a mi me pasa con ésto es que ....
2.- Reconocimiento. En la historia que cuentes... tienes que contar lo que le reconoces como persona, como compañera de fatigas,  ..... Por ejemplo, me encanta cuando te pido algo y dejas lo que estás haciendo por ayudarme; o valoro mucho tu capacidad de empatizar con todo el mundo o cómo gestionas las malas noticias, o como te esfuerzas y te superas día a día en el deporte, etc....
3.- Peticiones, promesas, ofertas, hacer reclamos, renegociar un compromiso, pedir disculpas, reestablecer la relación. Todo estos actos lingüísticos nos permiten coordinar conversaciones eficaces. Piensa en cuáles utilizarás. Y piensa que las dos partes vais a ceder en algo si queréis que cambie la relación actual. 
4.- Saber qué valores tenéis en común. Para ello es bueno, que hagáis una lista de los valores más importantes que tenéis cada uno y los que consideráis que rigen vuestra relación. Por ejemplo, yo puedo tener el valor de ser muy exigente conmigo misma, sin embargo, en la relación, el mayor valor es la confianza que podamos tener la una en la otra. La idea es trabajar los valores de la relación. 
5.- Escuchar / Guardar silencio / respeto. Escuchar sin juicios .., y ponerte en el lugar de la otra personas, es decir dejar a un lado la escucha previa y sentir sus emociones. Todo ello respetando a tu interlocutor, escuchándole, guardando silencio sin realizar juicios e imponer tu opinión.
6.- Objetivo. Tener claro qué es lo que quieres conseguir con esa conversación. Cuáles van a ser los compromisos y qué acciones quieres coordinar.
 
¿Ya sabes con quién quieres mejorar la relación? pues sólo te queda diseñar la conversación. Adelante¡

Emociones, sentimientos y estados de ánimo


Desde que nacemos comienzan a florecer en nosotros las  emociones (rabia, tristeza, miedo, alegría, sorpresa,  …). Según vamos creciendo  iremos comprendiendo lo que nos ocurre cuando se presenta una emoción y la etiquetaremos con un nombre.

La emoción surge como un impulso a un acontecimiento, normalmente externo,  que se manifiesta en nuestra comunicación no verbal.

Surgirá la emoción de la sorpresa/rabia por no conseguir algo y muy probablemente ceñiremos la frente, los ojos y nuestra mandíbula se cerrará, frunciendo nuestros labios.  

Al surgir la emoción, nuestro lenguaje entra en juego y daremos un nombre a lo que nos pasa, a lo que sentimos.

Siento rabia porque mi compañero ha vendido mi idea como suya.

Según nuestro desarrollo cognitivo seremos capaces de comprender nuestras emociones, de saber lo que nos pasa y cuestionarlas, formulando juicios. Si somos muy pequeños, ni nos lo planteamos. Pero a medida que nos desarrollamos nos cuestionaremos todo, creando una serie de juicios que nos acompañaran en nuestro devenir, creando aprendizajes.

Llevo días aguantando las sonrisitas de mi compañero cuando sabe que la idea es mía. Es un pelota y nunca más confiaré en él.

Este sentimiento de rabia y frustración me hará pasar de un estado anterior de serenidad a un estado de venganza. Ese sentimiento puede convertirse en contagioso.

A diferencia de las emociones que son instantáneas, los estados de ánimo perduran en el tiempo. La buena noticia es que si son negativos para nosotros, los podemos cambiar.

Los juicios que generamos durante los estados de ánimo en los que no vemos salida, suelen ser juicios de no posibilidad. Dependerá de cada uno de nosotros, ser capaces de buscar una solución. 

Esa solución pasa por sentirse o actuar como víctima o como protagonista. Con el primero me quedaré estancado, bloqueado, sin encontrar soluciones; y con el segundo, buscaré salidas.

Si decidimos ubicarnos en los estados de ánimo que nos facilitan posibles soluciones, nuestros juicios abrirán posibilidades. Estos serían:

la serenidad desde que pongo distancia para verlo más objetivamente y cuestionarme si su acción ha sido realizada desde la maldad o la ignorancia;
la ambición que provoca en mí el tomar decisiones hablando con quienes me han herido (el causante y el ignorante) y replantear de nuevo la propuesta;
la confianza, de saber que en el pasado mi compañero nunca había hecho algo así, y podré planteárselo para saber qué ha ocurrido.
la aceptación, cediendo a  lo que pasó,  pasó.

Si, por el contrario, decidimos quedarnos en aquellos estados de ánimo en los que nos bloqueamos, como pueden ser:
el resentimiento, nos sentiremos víctimas, seremos esclavos de nuestras palabras, de nuestros juicios y no querremos hacer nada por cambiar.
la resignación con la que me resigno y no busco posibilidades para cambiarlo.
la desesperanza, por la que me agoto y no pienso en encontrar una solución.
la desconfianza, por la que juzgo el daño que me han hecho.
el temor a lo desconocido y a pensar que no hay salida.

Estos estados de ánimo de no posibilidad podemos modificarlos, simplemente cambiando el lenguaje y tomando acción; creando estados de ánimo que posibiliten el aprendizaje.

En la resignación deberé pasar del estado de víctima a protagonista tomando decisiones que me hagan ambicionar un cambio.

En el resentimiento deberé digerir mis pensamientos aceptando lo que me ocurre y pasar a la serenidad.